Mensaje del Arcángel Gabriel para el Mundo a través de la Vidente y Profeta María de la Cruz en el Cenáculo de Oración por la Salvación de las Almas “La Sagrada Familia”
12 DE MARZO DE 2013
09:00 HRS.
En este momento, veo una luz brillante frente a mí, y poco a poco se fue formando la silueta de un Ángel muy grande y hermoso, con una vestidura blanca y listones color oro, una corona sencillas con una estrella de cuatro picos, hacia arriba de su frente, hace una reverencia y, Él me saludo con estas palabras:
Bienaventurados los pobres de corazón, porque de ellos será el Reino de los Cielos.
Yo contesté, Bendito sea Dios Padre Yahvé, y agradezco tan grata presencia, de este hermosísimo Ángel.
¿Quién eres?, le pregunté,
Soy Gabriel.
Levanto su carita que parecía de porcelana y me dijo:
Maria de la Cruz, se me ha permitido ser el portador de Mi Padre y hablarte de algo importante que mi Señor desea que todos conozcan, a través de vuestra persona.
Por supuesto que sí, contesté de inmediato sin dudar.
De antemano le agradezco a mi Señor del Cielo con todo mi corazón, esta distinción que hace conmigo, pues soy inmerecedora de tanta dicha, y a ti Gabriel te doy las gracias.
Y ahora que tengo el honor de esta visita, habla que esta Sierva escucha al enviado de Dios, y cumpliré fielmente sus deseos.
Hace mucho tiempo, Dios Padre decretó que Su Hijo naciera de una mujer, y a esta Madre le concedió Mi Señor, singulares gracias desde el momento de Su Concepción.
Habrán de considerar todo aquel que crea, cómo habiendo Dios determinado de hacerse hombre, aunque pudiera tomar cuerpo de varón perfecto, como el de Adán, no quiso sino nacer de mujer como dice San Pablo en (Gal., 4, 4) y tener Madre como los demás hombres y así lo reveló al principio del mundo, diciendo a la serpiente que un Descendiente de la Mujer quebrantaría su cabeza (Gen., 3, 15). A esta determinación le movieron muchas causas, en que descubrió su infinita caridad, para vuestro provecho.
Entended esto:
Para que la Divina Bondad, que tan amiga es de comunicarse a sus criaturas, se dilate más y a mayores grandezas en ambos sexos de la naturaleza humana, levantando un varón a la infinita dignidad de Hijo natural de Dios, y levantando una mujer a la dignidad de Madre del Hijo de Dios, que, como dice Santo Tomás “También de alguna manera es infinita”. Con lo cual les da prendas que sin acepción de personas hará bien a todos; porque como está escrito en (Gal., 3, 28), en Cristo Jesús no hay diferencia de hombre a mujer, de libre a esclavo, ni de grande a pequeño.
Os digo esto para que no haya causa de vuestra perdición, como aconteció en el principio, comenzando por un hombre y una mujer, así vuestra redención tuviese principio de otro hombre y de otra mujer; principalmente de Cristo Jesús, como cabeza y único medianero de vosotros y Padre del siglo futuro, y luego de su Madre, como de su ayudadora en la Obra de la Redención; a los cuales acudiesen los hombres por remedio de sus necesidades como la confianza que suelen acudir a su Padre y Madre. Y en especial a Cristo Jesús, vuestro Redentor, que quiso tener una Madre para que Ella fuese también Madre y Abogada de los pecadores; los cuales, si por su pusilanimidad temiesen acudir a Él, por ser, no solamente hombre y Abogado vuestro, sino también Dios y Juez muy justo, y si acudiesen confiadamente a Su Madre, a quien no pertenece ser Juez sino Abogada, y Ella, como Madre llena de misericordia y piedad, Abogase por todos. Por donde se ve cuán grande es el amor que os tiene Dios de vuestra salvación y de que tengan confianza en alcanzarla, pues tantos medios tan suaves y eficaces os han dado, para ello.
Y la causa es que por amor, Dios se hace niño por vosotros, y de tener su mismo Hijo una Madre en la tierra a quien obedecer y sujetarse, como los demás hombres, para darnos ejemplo de humildad y de otras virtudes.
Pedid entonces, la intercesión a la Santísima Virgen María, en la Advocación que gustéis, ya que Ella es la Gran mediadora de todos los bienes espirituales, sobre todo por la salvación de las almas.
Creed, confiad, pedid, con todo vuestro corazón, a nuestra Reina del Cielo, orad y rezad el Santo Rosario, pues Ella se une a todo aquel que lo rece, meditad cada palabra, cada frase, cada petición, pues solo así llegan las oblaciones al Padre.
Con amor, para todo aquel que cree y confía. Amén.
En el Santo Nombre de Mi Señor, Dios eterno del Cielo.
Mil gracia a mi Dios Padre Yahvé, por este mensaje y su mensajero.
PORFAVOR CITAR:
WWW.EJERCITOMARIANO.COM
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